A casi siete meses para las elecciones presidenciales en Estados Unidos, autoridades y expertos vuelven a alertar sobre la posibilidad de incidentes de violencia política antes, durante o después de los comicios, en un periodo extremadamente volátil en el que esta clase de agresiones, en los últimos dos años, ha pasado de ser una tendencia a convertirse en una constante.
La Policía del Capitolio de Estados Unidos constató en 2023 un total de ocho mil ocho amenazas a congresistas, un 7 por ciento más que en 2022.
“Va a ser un año de mucho trabajo para nuestros agentes”, declaró a la cadena NBC el jefe adjunto de la Policía especial, Ashan Benedict, mientras la ONG del Centro Brennan para la Justicia detalló a principio de año que nueve de cada diez legisladores locales han experimentado formas de abuso como insultos, acosos o persecuciones durante el último año y medio. Más de un 40 por ciento de ellos han sido amenazados o agredidos verbal o físicamente.
El exdirector de Inteligencia del Departamento de Seguridad Nacional, John Cohen, comentó a ABC News la posibilidad de una “tormenta perfecta” de violencia, una que combina contextos tanto internos como internacionales en un momento en el que “el discurso político se ha vuelto todavía más polarizado, más agrio y más divisivo”.
La etapa preelectoral se está desarrollando en medio de dos conflictos como son Rusia contra Ucrania e Israel contra Hamas que, en 2020, no habían alcanzado ni remotamente la escala que exhiben ahora y, de puertas hacia adentro, la tradicional división entre demócratas y republicanos se ha ido concentrando en torno al derecho al aborto.
Estas elecciones también serán las primeras presidenciales desde que el Tribunal Supremo revocara a mediados de 2022 la doctrina Roe vs. Wade; una decisión que capacitó a los estados más conservadores para adoptar duras medidas contra la interrupción voluntaria del embarazo.