En un momento de creciente tensión internacional, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, en coordinación con el G7 y la Unión Europea, está diseñando un conjunto de sanciones económicas dirigidas a Irán.
La estrategia diplomática surge como respuesta a los recientes ataques aéreos iraníes contra Israel, buscando condicionar las acciones militares del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y evitar una escalada de violencia en Medio Oriente.
Las sanciones propuestas apuntan a limitar significativamente la capacidad de Irán para vender petróleo y continuar con la producción en escala de su arsenal de drones y misiles. Según Jake Sullivan, consejero de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Estados Unidos está trabajando estrechamente con aliados y líderes bipartidistas en el Congreso para coordinar una «respuesta integral», que incluirá nuevas restricciones contra el programa de misiles y drones iraní, así como contra entidades que respaldan la Guardia Revolucionaria Islámica y al Ministerio de Defensa de Irán.
Con un contexto geopolíticamente cargado, Netanyahu, junto con el ministro de Defensa Yoav Gallant y el general Benny Gantz, evaluaron una respuesta militar limitada, que sacuda a Teherán pero evite un conflicto total. Las reuniones del gabinete israelí reflejan un esfuerzo por balancear una respuesta efectiva ante las agresiones, sin desencadenar un efecto dominó en la región.
El anuncio de estas medidas coincide con la llegada a Tel Aviv de la ministra de Relaciones Exteriores de Alemania, Annalena Baerbock, y su homólogo británico, David Cameron, quienes iniciaron consultas con representantes del gobierno israelí.
Durante estos encuentros, se manifestó una clara preocupación por evitar que las tensiones actuales se intensifiquen aún más.